Este ejercicio consiste en balancear al caballo entre equilibrios opuestos a los tres aires. Es parecido a lo que comúnmente se llama alargar y acortar el aire, ejercicio que todo el mundo sabe hacer pero pocos son los que se preocupan en buscar la corrección.
Voy a intentar explicarlo lo más detalladamente posible, porque son precisamente los detalles los que hacen que pase un ejercicio de ser bueno a ser excelente. Y mucho más en nuestro número del caballo en el que lo que para nosotros –humanos– son detalles (a la mayoría de los cuales, hasta hace poco, les dábamos muy poca importancia porque nuestra equitación era eminentemente antropocéntrica), para el caballo son cualidades inherentes al movimiento pedido.
Gracias a Dios, el siglo pasado nos aportó una información y una ciencia del caballo que, aunque siguen habiendo muchos velos que quitar (“desvelar”), dichos avances han permitido que muchísima gente pueda acceder al mundo de la Equitación. Y la persona con menos aptitudes hípicas, si su afición y actitud corresponden, puede llegar a montar muy decorosamente, empezando por el respeto al caballo.
Le llamo ejercicio primordial porque es el primer ejercicio del día y, también, porque es el más importante. El primero, porque corresponde al calentamiento de todo atleta. Y, dicho calentamiento siempre empieza por estiramientos, siendo los del cuello fundamentales. Pues para el caballo aún son más importantes porque es la única especie animal de entre los mamíferos que, no sólo endereza su cuello, sino que, en proporción, lo estira muchísimo más, debido a la forma de “S” de sus vértebras cervicales. No hay más que ver la diferencia del largo de riendas en las fotos que acompaño. Lamentablemente, la Equitación desde sus inicios, siempre ha empezado por encogimientos.
Y es el más importante por los continuos cambios de equilibrio sin dejar que en ningún momento se desequilibre. ¿Cómo nos enteramos de ello? Cuando la transición de una posición a otra –a todos los aires– se hace fluída. Dicho de otro modo, cuando no se deja caer y corre al alargar el cuello, ni hay que tirar para subirle la cara y acortar. Lógicamente, hay que empezar al paso y repetir hasta la saciedad para que el cuerpo del caballo se acomode a los continuos cambios. A la mente le cuesta menos porque, increíblemente, le estamos pidiendo un ejercicio la mar de natural para el caballo. El caballo no razona –le falta la corteza prefrontal, parte del cerebro exclusiva del ser humano–, pero sí tiene conciencia de cuando lo que se le pide es conforme a su naturaleza, o de cuando es contrario. Por eso, las insumisiones del caballo, o su rebeldía, en la gran mayoría de los casos suele ser faltas de entendimiento de lo que se le pide o imposibilidad mecánica de hacer como se le pide. En definitiva ¿qué es lo que se le debe pedir al caballo en todo momento? El gesto confortable y económico propio del movimiento ¡y en cada momento! El problema del aprendiz de caballista está en aprender a pedir, en cada momento, ese gesto confortable y económico
ACORTAR Y ALARGAR AL PASO
Lógicamente, el ejercicio lo empezamos al paso. Riendas largas para que pueda estirar el cuello a tope. ¿Cómo valorar dicha posición? Cuello bien estirado –la curva de la línea superior del cuello es mínima, es casi una línea recta–, nuca por debajo de la cruz y cara muy cerca de la vertical. A los pocos intentos nos garantiza una amplitud de tranco excelente.
Los primeros minutos del paso hay que dejarle, o incitarle, a que alargue el cuello y el tranco. Pasados los cinco/diez primeros minutos, hay que empezar a pedirle que suba la nuca –referencia visible de la cabeza del caballo– sin consentirle que su cara se quede detrás de la vertical. Este es el mayor problema, pero no es insalvable. Hay que repetírselo hasta que lo entienda y lo haga.
Simultáneo al levantamiento de nuca, ha de aprender a acortar el tranco hasta llegar al paso a cámara lenta con la nuca bien alta. Mucho ojo de no confundir la nuca con la tercera vértebra: el punto más alto del cuello debe ser, siempre, la nuca. Mal que le pese al caballo. Recuerdo que pedimos en todo momento el gesto confortable y económico del caballo, y éste muchas veces no lo sabe, buscando sólo su comodidad del momento. Una de las grandes diferencias entre el hombre y el animal, en nuestro caso el caballo, es que los animales no tienen sentido del futuro: los caballos, sólo viven el presente. Otra cosa es su gran espíritu de colaboración que nos ha demostrado a lo largo de la historia. Y hoy en día, nos lo demuestra continuamente en las pistas.
Alargar con las piernas –riendas bien largas pero, lo ideal, manteniendo un ligero contacto para no perder la comunicación mano/boca (= comunicación hombre/caballo)–, y acortar con las manos y utilizando las piernas sólo cuando se pare o se desvíe (un toque de atención, nunca una compensación de un fallo). Es normal que al principio, para subirle la nuca, nos toque hacer algo de fuerza. Pero la progresión está en ir perfeccionando la situación en que nos encontrábamos en el punto de partida. Es decir, que en toda progresión, lo más importante, ser conscientes del punto de partida. Y, a partir de ahí, ir progresando y buscando la perfección. ¡No exigiéndola desde el principio! Buscarla desde nuestra situación “real” actual. Con la práctica –tiempo e infinitas repeticiones–, lo importante de las riendas en las transiciones no será el cambio de tensión de las mismas, sino el cambio de ángulo de la acción de la rienda, suficiente para que el caballo cambie su equilibrio. Es lo que hacemos cuando utilizamos una carretilla en las cuadras: primero equilibrio, y luego los cambios con sólo el cambio de ángulo de brazos y manos.
En breve publicaré la segunda parte de este artículo explicando el ejercicio al trote y al galope. Ahora algunos apuntes más que considero interesantes sobre este ejercicio.
Uno de los problemas más graves que nos encontramos es el de los comienzos con caballos calientes o sobrados de energía, o caballos distraídos o con falta de atención. Con estos tipos de caballo nos toca empezar haciendo dos cosas a la vez, parecidas en la forma y muy dispares en el fondo. Con las riendas debemos controlar sus ímpetus o distracciones –normalmente utilizando la fuerza más de lo debido– y también poner orden en su cuerpo y atención en su mente. Y lo peor que podemos hacer con un caballo es pedirle dos cosas que para él son contradictorias a la vez. Cuando nos surge un conflicto montados, lo mejor es resolver un problema a la cuerda o en libertad en el círculo y luego, montados, el otro. Hace falta mucha experiencia y muchísima paciencia para resolver ambos problemas montado. Ah!, y tiempo. La verdad es que tiempo y paciencia van de la mano. Y los caballos necesitan mucho de ambos... ¿Qué es lo primero que le pide el zorro al principito? Tiempo. Espero que muchos de los que me leéis conoceréis “El Principito” de A. de Saint-Exupery. Y el magistral capítulo XXI. La mejor fábula sobre la relación hombre-caballo.
¿Qué supone para el caballo este ejercicio? Una gimnasia excelente. ¿Razones?
1º Es un calentamiento totalmente racional: se empieza por estiramientos.
2º El hecho de estar acortando y alargando continuamente supone, tanto para el caballista que pide como para el caballo que debe responder, una aproximación de sensaciones que nos ayuda a mejorar las acciones anteriores. Esto pocas veces se tiene en cuenta en el trabajo cotidiano.
3º Un trabajo de musculación, flexibilización, coordinación y atención excelentes.
4º Perfección en la comunicación hombre-caballo. En mi trabajo cotidiano, siempre tengo en cuenta lo que yo llamo el SIS, acrónimo de Significación, Inmediatamente y Siempre.
Significación: que todos mis gestos corporales y de mi mano, tengan una significación clara para el caballo. Por ejemplo, retengo con las manos y avanzo con las piernas, y nunca aguantaré agarrándome con las piernas. Es lo que más se parece al baile de parejas: gestos correctos para dejar ideas claras.
Inmediatamente: las correcciones al caballo hay que hacerlas siempre en el momento oportuno, sin dejar pasar ni medio segundo. Sería como si a un niño al que le enseñamos la tabla de multiplicar, le corrigiéramos un error dos números después: nunca tendría claro donde estaba el fallo. Encima, los caballos son más rápidos de reacción que nosotros (dato que aún nos complica más la existencia).
Siempre: quiere decir que nosotros debemos estar muy concentrados mientras estamos montados, o sea, desde que nos montamos hasta que echamos pie a tierra, para corregir lo que haya que corregir y recompensar lo que haya que recompensar. Insisto, el caballo no razona, pero sí memoriza: mismas causas, mismos efectos. Y nunca de una manera aleatoria, lo que causaría confusión a su cerebro.
Pero al SIS, en este caso, le falta otra letra: la “O” de Ocupado.
El caballo necesita estar Ocupado: su atención, propia de la de un animal que es presa, es una atención muy dispersa. Pero en el trabajo cotidiano nos interesa que esté bien pendiente de nosotros. Para ello no nos queda más remedio que estar continuamente pidiendo, teniéndole todo el tiempo ocupado. Su atención dispersa acaba focalizándose. De esta manera se le van yendo todas las tonterías al caballo. Nunca mejor dicho..
Además de gimnasia física, también es bueno este ejercicio como gimnasia mental: en los trancos en que se le pide acortar, se consigue un grado de reunión muy alto, lo cual le supone también un gran esfuerzo. A continuación se le libera totalmente, con el consiguiente alivio para el caballo. Lo que para él es un alivio o recompensa, para nosotros es una constatación de que la reunión previa ha sido correcta, porque al dejarle que se estire ni se deja caer ni corre y, si le ponemos la pierna, amplía el tranco pero no corre. Y el volverlo a reunir subiéndole la nuca, cada vez supone menos esfuerzo . Señal inequívoca de que el equilibrio mejora. Lo que no cabe duda que hay que repetir muchísimas veces este ejercicio para que acabe saliendo muy bien.
Creo que este ejercicio es bueno para todas las disciplinas, aunque cada una con un nivel de exigencia distinto. Posiblemente sea en el salto donde más provecho se obtenga. Precisamente por los contínuos, y exagerados, cambios de equilibrio que hay en un recorrido
Y no hay que olvidar nunca que lo que sembremos al paso, recogeremos al galope.
POR JOSE MANUEL SALES PONS (EL CURA)
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